Hermenéutica pictórica
Van Gogh solía observar algunos cuadros de pintores reconocidos de su época para realizar una especie de paráfrasis, una interpretación personal del motivo y la imagen de la pintura, lo cual correspondería en literatura o en música a una interpretación de la obra sin ser necesariamente su autor o compositor, una recreación, una especie de hermenéutica artística, que en este caso sería una hermenéutica pictórica, lo cual va más allá de la simple contemplación de la obra.
Así, puede haber muchas “copias” de una obra en las cuales cada artista destaca o desarrolla determinada idea del pintor, recrea algunos trazos o realiza su propia interpretación del motivo de la obra.
Esto nos recuerda cierta experiencia de Van Gogh respecto a las pinturas de Gauguin y Bernard, con quienes en 1889-1890 había establecido cierta discusión respecto a algunas pinturas con motivo bíblico, particularmente sobre aquel pasaje de la pasión de Cristo en el Huerto de Getsemaní, en el cual Jesús ora a su Padre mientras sus discípulos duermen.
El pasaje nos revela a Jesús consciente de su fragilidad y su dolor, pero al mismo tiempo de su fe en la voluntad de su Padre y su esperanza en la redención de sus discípulos. La tradición bíblica relata además que se trata de un huerto de olivos, algo que de por sí implicaría un gran motivo de meditación respecto al simbolismo que guarda. Jesús elige este lugar para orar (orat, oratio, vigilar, meditar) en el cumplimiento de su misión crística; una soledad dolorosa invade su espíritu, una angustia por los dolores del ser humano, pero al mismo tiempo, comprende que es la expresión de una ley que hay que cumplir por encima de su propia voluntad. No obstante, este pasaje, revela que Jesús está atento, sabe, es consciente del momento, de sí mismo, de las circunstancias que envuelven su presencia, de la época que abre, y del “sueño” de sus discípulos; sueño que parece revelar la ausencia de estos durante la “historia por venir”, aún de sus discípulos más predilectos (Juan, Pedro, Santiago). Son las últimas horas de su vida pública y comprende que no es posible alejar ese cáliz de sacrificio porque es la puerta misma para “ingresar” en la “experiencia infinita”.
Paul Gauguin y Emile Bernard pintan algunos cuadros con motivos bíblicos, particularmente aquél pasaje bíblico de la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos. Ambos representan a Jesús en ese momento doloroso e inexorable de su vida. Sin embargo, no pueden desprenderse de la imagen del Jesús histórico ni de la interpretación literal de los pasajes bíblicos. Van Gogh quiere ir más allá, se niega a representar al Cristo tal cual, comprende que El no vino por causa de sí mismo sino por causa de los hombres, extiende el concepto del sufrimiento y el dolor a todos los seres humanos, incluso a todos los seres vivos. Gran parte de su pintura es precisamente la expresión de ese dolor y esa angustia vivida profunda e intensamente.
En una carta dirigida a su Hermano, Van Gogh se había quejado de que Bernard y Gauguin se dedicaban por aquel entonces a los cuadros bíblicos, especialmente a la representación de Cristo en el Huerto de los Olivos. El no necesitaba semejante género de anacronismos. En una carta a Bernard confirma su opinión e interpreta en pocas palabras los objetivos que perseguía con la serie de “los olivos”:
“Te hablo de estos cuadros para recordarte que también se puede sugerir la impresión de miedo sin apuntar de inmediato al jardín histórico de Getsemaní, que cuando se pretende aportar un motivo dulce y reconfortante, no es necesario representar al personaje en el sermón de la montaña […] Van Gogh no se aferra al inventario de la historia del arte y sus convenciones. La queja y el aliento deben hablar directamente a partir del cuadro y no envueltas en un secular sistema de alegorías.”(1)
Van Gogh percibe la profundidad del mensaje del huerto de Getsemaní, no reduce el mensaje de Cristo a lo puramente histórico, no se detiene en el personaje, penetra en el mensaje, realiza en sí mismo esa angustia y comprende que todos los seres humanos y todos los seres vivos pueden sentir y expresar ese mismo estado de sufrimiento. Por ello, en su serie de los “olivos” Van Gogh intenta representar plenitud, dolor, angustia, esperanza, vitalidad, resignación o aceptación ante las inclemencias de calor, frío o viento, es decir, ante un conjunto de “leyes superiores” que están más allá de su “su voluntad” o su “libertad”.
En otra carta a su hermano Theo, dice:
“…te podrás hacer una idea, mejor que con palabras, de las cosas sobre las que Gauguin, Bernard y yo hemos hablado a menudo y que tanto nos ha preocupado, no es una vuelta al romanticismo o a las ideas religiosas, no, pero tomando el camino de Delacroix, se puede expresar más de lo que parece la naturaleza en el campo mediante el color y un dibujo más personal.” (2)
Walther y Metzer, comentan algunos “olivos” de Van Gogh que tienen relación con lo que venimos exponiendo, especialmente aquellos cuadros que parecen expresar esa angustia y ese dolor que sintió Jesús en el Huerto de Getsemaní y que Vang Gogh quiso expresar a través de sus pinturas.
“las plantaciones de las que habla el cuadro, no transmiten optimismo ni tampoco gozan de una riqueza floral. Las plantas alargan lastimeras sus ramas y sus hojas al cielo, retorcidas y casi agonizantes, y el entorno responde a su lamento con complicidad y compasión. También el suelo presenta las huellas heridas, profundos surcos cubren su superficie, incluso el aire está marcado por una violenta inquietud como si se estuviera levantando una tormenta. La violencia de la pincelada reduce los elementos a un estado físico común y recubre su vitalidad con una masa de oleo espesa y agrietada. Se diría que la tierra y la atmósfera, el verde de las hojas y la corteza, se hubieran hecho de una pieza, pero no parecen felices con esta uniformidad ya que se lleva el último resto de vida individual. Juntas emiten un lamento por la injusticia de la creación”(3)
Frente a otro cuadro de los “olivos” que parecen expresar una resignación ante un sol abrazador. Walther y Metzer, escriben lo siguiente:
Un sol implacable lanza sus rayos desde el cielo en el cuadro “olivos con cielo amarillo y el sol”; los árboles se disponen a huir, pero una sombra pesada y pegajosa parece retenerlos. Su existencia se convierte en servidumbre. No se aprecia nada que indique, el crecimiento libre, muy al contrario, las ramas fuertemente anudadas entre sí, se resisten a tomar su orientación habitual hacia la claridad. Han cubierto sus malformaciones con gruesas excrecencias: la materia sufre por sí misma.(4)
Hay un estadio de la vida en que uno experimenta cierto grado de identificación con la naturaleza y con los seres, que le permite comprender la unidad en medio de la diversidad, reconocer lo más intrínseco de cada cosa, la potencialidad de cada ser, ir más allá de las formas y apariencias sensibles; penetrar en los hechos, en los seres, en las palabras y reconocer la presencia de principios arquetípicos universales. Ese estadio es conocido como Yug o como Tao en las filosofías orientales y como Matesis Universal o Saber Absoluto en las filosofías occidentales. No se trata de un saber en cuanto cantidad o extensión, sino en cuanto cualidad y síntesis de sujeto y objeto, de sujeto y sustancia, de forma y esencia, etc.
Pintar para Van Gogh no era solamente una experiencia estética sino una necesidad y una experiencia vital, todo él estaba comprometido en sus cuadros. En él no es posible separar al autor de su obra. Todo rasgo, toda pincelada, toda luz, toda sombra y toda grieta es la descripción de sí mismo, sus cuadros expresan su propia vida y su proceso de realización. Pintar “sus olivos” es pintar su propia angustia y al mismo tiempo su propia esperanza, una experiencia que desafia la historia porque actualiza en sí mismo la experiencia de Jesús y su mensaje crístico: “que se cumpla tu voluntad y no la mía”. Después de todo, Van Gogh también vivía su propia pasión durante su permanencia en el Hospital de Saint Remy, época en la cual pintó varios de sus “olivos”.
NOTAS
(1) Walther, Ingo F; Metzger Rainer, Van Gogh, p. 528, Editorial Taschen, Madrid, 2006
(2) Ibid., p, 522
(3) Ibid., p, 527
(4) Ibid., p, 528
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