El desierto de los pueblos


Después de leer La Experiencia Interior de Georges Bataille, no es difícil darse cuenta que estamos frente a un pensador trágico por naturaleza y por aspiración. Bataille es uno de esos filósofos y poetas que a diferencia de la mayoría de los filósofos de su tiempo aspiró a no-saber (1), a vivir y sentir el no-saber como punto más hondo de su experiencia (2), colocándose al otro extremo de Hegel, para quien el punto más alto al que el hombre puede llegar es el saber absoluto. Sin embargo, al ubicarse en la antípoda de Hegel, quizá se encuentre en el mismo punto que éste, pues el saber y el no-saber absolutos pueden ser la misma cosa, es decir, la sabiduría y la ignorancia simultáneas que Sócrates parece haber experimentado al final de su búsqueda, saber que no se sabe nada.

Pero no es precisamente el no-saber de Bataille ni el saber absoluto de Hegel el tema que queremos destacar ahora, sino el pensamiento del primero acerca del “desierto”, que para él significó la "comunidad"(3) a la que pertenecemos todos y de la que nos es muy difícil desprendernos. Un desierto que a decir de Nietzsche es como un sueño del que no se puede despertar salvo que estemos dispuestos a “perecer”.

Bataille, recuerda que Nietzsche describe ese sueño de "comunidad" del cual exclama: "!Qué maravillosa y nueva situación, pero también espantosa e irónica, me crea este conocimiento mío, en presencia de la totalidad de la existencia! Por mi parte he descubierto que la humanidad animal más remota, el período prehistórico y el pasado todo continúan en mí imaginando poemas, amando, odiando, sacando conclusiones, me he despertado bruscamente de ese sueño, pero sólo para advertir que sueño y que debo continuar soñando so pena de perecer" (4)

¿Es acaso la “realidad” un sueño del que no queremos despertar porque tenemos terror a sentirnos solos en medio de un desierto de multitudes apasionadas por su existencia onírica?, ¿Cuán real es en verdad ese "Desierto de lo Real" que Zizek describe en su obra y cuán consciente o inconsciente es esa dialéctica de temor y pasión por lo real? (5)

Bataille parece haber despertado de ese sueño aún sabiendo que corría el riesgo de “morir” para su “comunidad”, sentirse absolutamente sólo y darse cuenta que el hombre que habita esa “comunidad”, ese “desierto”, es aquel de las "mil estupideces cacofónicas" que denota cierta información científica, una determinada ideología, cierta aspiración de fortuna, de progreso, cierto sentimentalismo conmovedor, cierta creencia en las máquinas y en las grandes palabras y una total ignorancia de lo desconocido (6), y lo que es peor, una reticencia a saber más allá de lo obvio y más allá de aquello que puede brindar placer de existencia.

¿Cómo es posible que una comunidad sea un desierto? ¿Cómo es posible que esa comunidad no advierta su sueño?; y si logra advertirlo, ¿Cómo es posible que no pueda aspirar a otra cosa que seguir soñando porque le aterra perecer de soledad? ¿Cómo despertar en medio de esa "arena del mundo" y de ese incesante movimiento sin-sentido que parece caracterizar ese desierto?.

¿Cuán lejos están Nietzsche y Bataille del concepto de desierto del Antiguo Testamento? ¿No es acaso el mismo desierto del Sinaí en cuyas "cumbres" Moisés recibió las Tablas de la Nueva Alianza con Dios?, ¿No es acaso el mismo desierto que Dios hizo recorrer a su pueblo por espacio de cuarenta años, pasando innumerables dificultades para probar el corazón de cada uno de sus servidores y saber si podían en verdad guardar sus mandamientos?. ¿No es esa misma "tierra árida" grande y terrible, llena de serpientes-abrazadoras y escorpiones, en el que Moisés, con ayuda de Dios hizo brotar agua y maná con el cual alimentó a su pueblo?; ¿No es ese mismo desierto al que Jeremías (2:2) denominó "tierra sin cultivar" para significar la ausencia del espíritu divino en el hombre o más bien la inconsciencia respecto a su presencia latente?, ¿No es ese mismo desierto en el cual Dios, según Isaías, se propuso "trazar una ruta en las soledades y hacer surgir praderas por los cuales los ríos correrían a través de las tierras áridas para dar de beber a su pueblo elegido"? (Isaías 43:19,20); ¿No es el mismo desierto transformado en vergel en el que descansa la justicia a diferencia de las tierras baldías en donde acampa el derecho? (Isaías 32:15,16) ¿No es acaso el mismo desierto en el cual Juan Bautista clamaba anunciando la venida del Hijo del Hombre?.

El símbolo del desierto ha acompañado al hombre occidental (judeo-cristiano) a lo largo de su historia. El "desierto de los pueblos" del cual habla Ezequiel (20:35) fue casi siempre inconsciente del exilio de Dios en un pueblo elegido; un desierto en el que muchas veces es imperativo "no-saber" como Bataille parece haber comprendido, es decir, renunciar a un saber impotente para acceder al verdadero saber a través del exilio de la palabra (7) o más exactamente a través del exilio del Verbo, en el que la veracidad del saber no es tanto por el contenido de conocimientos que se tiene ni por los métodos que se utilizan, sino por el sentido de autorrealización del ser que implica.

Serge Raynaud de la Ferriere propone la conceptuación del desierto y la marcha a través de él, no solo como una realidad histórica sino ante todo como un símbolo. Sin embargo, aclara que los símbolos no tienen por qué ser puramente alegóricos o metafísicos, los símbolos también son históricos y vivientes, los símbolos son muchas veces un mensaje claro a la humanidad del presente y del futuro a través de determinados hechos. En tal sentido, destacamos algunas ideas propuestas por Raynaud de la Ferriere respecto al Exodo de Moisés y el desierto de los pueblos.

Primero, el Exodo y la marcha de Israel a través del desierto es fundamentalmente una experiencia conyugal entre Dios e Israel.

"Oseas y Jeremías, expresan la idea en un lenguaje de simbolismo conyugal: en el desierto en el cual se celebraban antiguamente las bodas de Dios y de Israel, la pareja conyugal, separada y desgarrada por crueles traiciones, reencontrará una unión patética y el imperioso deseo de recomenzar una existencia en común".(8)

Segundo, el pueblo de Israel marcha por el desierto consciente de que es un "pueblo entre los pueblos", luego entonces, no se trata de un desierto exótico ni marginal, sino de un desierto en el centro mismo de los pueblos. Raynaud de la Ferriere destaca las palabras del Profeta Ezequiel cuando éste evoca el desierto de los pueblos:

"Ezequiel, que vuelve a tomar literalmente los términos de la cosmografía sagrada del Pentateuco, evoca el "desierto de los pueblos". y señala que "es en ese desierto, ni exótico ni marginal, sino localizado como un centro en pleno medio de los pueblos, que en un nuevo frente-a-frente inexorable, Israel comprenderá el sentido de su elección, la de "ser diferente a los otros" en el seno del Reino de Dios"(9) 

Tercero, ¿En qué se diferencia ese pueblo respecto a los demás pueblos?, el mismo Raynaud de la Ferriere plantea una idea fundamental para comprender la misión de Israel.

"Alrededor de ese desierto, en el cual avanza un pueblo "diferente a los otros", hacia una Tierra "distinta a las otras", como alrededor de un eje central, se desarrolla un Universo.  Él hace del pueblo solitario el compañero de todos los tiempos; de la tierra prometida la compañera de todas las tierras; en el desierto de su existencia particular Israel reencuentra el Universo".(10)

Si la marcha a través del desierto se realiza en el marco de una relación conyugal de carácter sagrado, en un nuevo frente-a-frente inexorable entre Dios e Israel; si ese desierto está en pleno "centro de los pueblos" y si el sentido de la elección de ese pueblo está asentada en su naturaleza ontológica (ser "diferente a los otros"), cuya existencia particular está caracterizada fundamentalmente por ser el compañero de todos los tiempos y la tierra prometida hacia donde se dirige, la compañera de todas las tierras.  Si el Éxodo y el símbolo del desierto constituyen un mensaje que trasciende tiempo y espacio y testimonia la libertad y redención de los hombres y de los pueblos, ¿por qué después de más de 3500 años aún tenemos muchos pueblos bajo el yugo de nuevas estructuras de poder y millones de seres viviendo por debajo del umbral de la pobreza material y otros tantos por debajo del umbral de la pobreza espiritual ?. Si el Éxodo y la marcha a través del desierto de ese "pueblo elegido" no es una alegoría ni una metáfora, ¿cuánto tiempo más debemos caminar para alcanzar esa "tierra prometida" en su sentido más cabal, físico y metafísico?. ¿o es que ella seguirá siendo  eternamente una promesa sin objetividad histórica?. 

¿Es Israel un pueblo, un país, una etnia, una comunidad ubicada geográficamente, con su propia historia y realidad cultural tan diferente a los demás pueblos, o se trata más bien de Is-ra-el en el sentido de "un pueblo" solitario y particular que comprende su elección más allá de las limitaciones de tiempo y espacio históricos porque realiza el sentido real de ser compañero de todos los tiempos (tradición organizada y preservadora de las ciencias sagradas a través de la historia) y cuya "tierra prometida" es compañera de todas las tierras? (síntesis de ideales y aspiraciones más elevadas de todos los hombres)?.

¿Es posible unir el sentido histórico y transhistórico de Is-Ra-el, el éxodo y el símbolo del desierto en una experiencia humana y divina de alcance global? (11), es decir, marchar juntos hacia una "tierra diferente" (nuevos estados de conciencia y existencia) sin renunciar a la diversidad cultural y sin abstraer ni abstraerse de la vida ni de la realidad del mundo?. ¿Es posible despertar de ese sueño de "comunidad" (geográfica, étnica, cultural, racial, religiosa, filosófica, política, económica, conceptual o dogmática) del cual hablan Nietzsche y Bataille e iniciar la marcha solitaria y ecuménica a través del "desierto de los pueblos" al que Zizek denomina "Desierto de lo Real" aún a riesgo de perecer a la visión unilateral de su propia comunidad?.

Además, ¿Cuál es el concepto de Dios desde la perspectiva de Is-Ra-el en el desierto?, Obviamente no es el mismo concepto desde la perspectiva de Egipto y de todos los Egiptos a lo largo de la historia, ni desde la perspectiva de los pueblos que habitan ese "desierto".

NOTAS.-
(1) Bataille, Georges. La Experiencia Interior, p. 13. Madrid. Editorial Taurus, 1973
(2) Ibid., p. 37
(3) Ibid., p. 38
(4) Ibid., p. 39
(5) Zizek Slavoj, Bienvenidos al Desierto de lo Real, Madrid, Akal, 2005
(6) Bataille, Ob. Cit., p. 38
(7) André Neher titula una de sus obras con esta frase, pero seguramente estaría de acuerdo con que ese exilio de la palabra es fundamentalmente un exilio del Verbo.
(8) Raynaud de la Ferriere, Serge.  Propósitos Psicológicos, Volumen III, p.
(9) Ibíd., p.
10) Ibíd., p.
(11) Raynaud de la Ferriere destaca el capítulo XIV de Zacarías en el cual el Profeta señala una "última resurrección de la marcha a través del desierto, la que acogerá, ya no a los individuos sino a los pueblos; no a los que estarán deseosos de orar, sino a los que estarán ávidos de vivir. (PP, Vol. III, p.   )

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