Más allá de la formación profesional

 



A continuación, destacaré algunas ideas para la reforma del proceso de formación profesional en nuestras universidades. Tales ideas fueron propuestas y desarrolladas por muchos educadores, investigadores y filósofos de la educación a lo largo de las últimas décadas, pero no se encuentran suficientemente implementadas en nuestras universidades actuales. Soy consciente de que estas propuestas son principalmente válidas para las ciencias sociales y las humanidades, sin embargo, pueden también adaptarse para la formación en ciencias naturales. Obviamente, cada una de estas propuestas requiere de un conjunto de especificaciones operativas para su aplicación, pero por razones de tiempo y espacio me limitaré solamente a efectuar propuestas generales.

1. Profesionalización

De acuerdo a la Ley universitaria peruana, la formación profesional es uno de los fines básicos de la universidad, sin embargo, dicha profesionalización no debería ser vista como el fin supremo o intrínseco de la universidad, sino la consecuencia natural del proceso de investigación, de la interacción académica, de la búsqueda del saber y la comprensión de los hechos y fenómenos a la luz de las distintas teorías e hipótesis planteadas en el mundo.  Ello no significa que no exista la formación profesional y mucho menos que disminuya la calidad de los procesos de aprendizaje, sin embargo, reiteramos, ni los estudiantes ni los docentes deberían considerar a la universidad como una entidad exclusiva o fundamentalmente profesionalizante.

2. Contenidos curriculares

Aun aceptando que la formación profesional fuera una de las funciones básicas de la universidad, y considerando que dicha formación debe ser sistemáticamente estructurada en mallas curriculares y contenidos programáticos, es indispensable que tales contenidos sean estructurados a partir de los problemas y necesidades sociales y no a partir de contenidos teóricos. Las propuestas teóricas deben ser consideradas como herramientas o instrumentos cognitivos para examinar los hechos. Las mallas curriculares o los sílabos pueden seguir orientando el proceso formativo universitario, pero los puntos de partida para la programación y el desarrollo de los contenidos y las sesiones de estudio deberían ser los problemas y las necesidades del entorno social. La exposición de teorías no tendría ningún sentido si no estuvieran relacionadas con hechos concretos, fenómenos naturales, circunstancias sociales o culturales determinados. La teoría debería ser siempre contextualizada.

3. Discusión de ideas y propuestas

Es importante tomar en cuenta que, dadas las características de la sociedad actual y el nivel de desarrollo que han alcanzado las tecnologías de información y comunicación, la inteligencia artificial, etc., no es posible seguir transmitiendo conocimientos a los estudiantes sin mayor análisis, profundización o contextualización. Se puede establecer una estructura de temas o contenidos más o menos secuenciales o interdependientes para abordar una determinada materia, disciplina o carrera profesional, pero dichos contenidos deben ser sometidos permanentemente a cuestionamientos, discusiones, críticas e intercambio de ideas, con una alta participación de los estudiantes. Lo importante no es el conocimiento en sí mismo, sino la formación de las capacidades de observación, de crítica en la investigación, de juicio y valoración que realicen los estudiantes respecto a las distintas propuestas e hipótesis existentes acerca de los hechos y fenómenos en estudio.

4. Formación y no solo educación

No solo hay que superar la transmisión de conocimientos, se necesita ir incluso más allá de la propia educación, es decir, no solo deberíamos procurar un cambio de actitud o un mejor nivel de conocimientos entre los estudiantes, sino, procurar que cada uno de ellos desarrolle sus propias capacidades de percepción, de análisis, de crítica, de discernimiento, de juicio y valoración frente a las distintas situaciones, hechos o ideas planteados, respetando obviamente sus propios puntos de vista, sin pretender canalizarlos ideológica o políticamente. La formación implica un proceso permanente de autorregulación de aprendizajes ejercida por el propio estudiante, es decir, el docente propone, plantea, sugiere, explica, pero el que logra realmente su propia formación cognitiva o afectiva por descubrimiento, asociación, choque de experiencias o ampliación de visión de vida, es el propio estudiante.

5. Formación holística, compleja y genealógica

El docente debería presentar situaciones, ideas, hechos y circunstancias reales como puntos de partida, así como ideas, propuestas e hipótesis que expliquen o intenten explicar tales hechos o situaciones concretas, a fin de propiciar la discusión y profundización correspondiente. Sin embargo, esta profundización, discusión o intercambio de ideas debería realizarse desde un punto de vista complejo, es decir, enfocados multifactorialmente, pero también desde un punto de vista genealógico, es decir, mostrando cómo surgieron tales hechos, ideas o propuestas y cómo fueron evolucionando o transformándose a través del tiempo, qué factores internos o externos propiciaron dicha transformación, cómo se presentan o manifiestan actualmente, etc., posibilitando que el estudiante pueda asumir una posición suficientemente fundamentada frente a tales hechos, al punto que pueda explicarlos desde su propio punto de vista y en sus propios términos.

6. La formación democrática y ciudadana

La democracia puede enseñarse, pero más que enseñarla hay que practicarla en el entorno académico. Se debe propiciar el aporte de cada uno dentro del marco de respeto a todas las ideas. El tema puede ser interesante pero lo más importante es la participación de los estudiantes, por tanto, todas las ideas son necesarias, bienvenidas y respetables, como respetables son las personas que las emiten, incluyendo sus circunstancias, su entorno, su procedencia, su lenguaje, etc. No se trata de imponer ningún punto de vista a los demás, se trata de exponer, sostener, argumentar o persuadir con evidencias e hipótesis razonables. Toda afirmación por muy clara que sea es temporal o provisional, ninguna propuesta es absolutamente verdadera. Además, no sólo debería valorarse los puntos de vista o la objetividad de las propuestas, sino también el sentido de cooperación, de empatía y de trato digno entre el docente y los estudiantes así como entre los propios estudiantes. 

7. El rol del docente

El docente debe propiciar un encuentro cultural y vital entre él y los estudiantes, dicho encuentro debe ser inspirador en el sentido más humano, digno y constructivo posible. Estimular también el encuentro con la realidad y el pensamiento local y mundial; crear situaciones de aprendizaje que estimulen el asombro y la búsqueda del saber; propiciar el desarrollo del pensamiento propio y el surgimiento de preguntas más que de respuestas.  Despertar el ser de cada quien, para que sean ellos mismos los que busquen mayores luces que iluminen su proceso de aprendizaje.  La misión más trascendente del maestro es encender en el estudiante el anhelo de saber, el deseo de aprender, de investigar, de buscar explicaciones, de establecer relaciones, de conquistar niveles culturales cada vez más altos, de alcanzar una mayor visión de vida y un horizonte cultural cada vez más amplio.

8. Un maestro más que un profesor

El docente debería aspirar a ser un maestro más que un profesor.  No se trata de ser un divulgador pasivo de sistemas o métodos, sino fundamentalmente un cuestionador de sistemas sociales, económicos, productivos, políticos, culturales, etc. Es decir, el maestro no debería solamente reproducir, mantener o defender un sistema por más valioso que éste sea, debería ser un observador y un crítico, reconocer aciertos y desaciertos, bondades y limitaciones de cada sistema o método; tener la capacidad de mirar los hechos y fenómenos tanto desde dentro como desde fuera.  Debería verse a sí mismo como un sembrador, un cultivador, un liberador o un emancipador para despertar el fuego latente que hay en cada uno de los estudiantes, sin canalizar sus espíritus y menos uniformizar sus puntos de vista; cada estudiantes es único y al mismo tiempo una promesa de cambio social e histórico para su entorno.

9. Del claustro al campus

Hace ya muchos años solíamos escuchar al Maestro D. Ferriz (1921-1992), cuando se refería a las universidades y en general a los sistemas educativos, señalando que deberían salir "del Claustro al campus", ventilarse, aproximarse a la realidad, hacia los hechos y hacia el mundo; tomar contacto con los problemas reales de la sociedad en términos económicos, productivos, culturales, científicos, tecnológicos, etc.  Hacer del campo y las ciudades espacios educativos, de las empresas y de las organizaciones, centros educativos.  En el siglo XXI, ya no hay motivos suficientes para que el proceso de aprendizaje se circunscriba exclusivamente a las aulas universitarias.  Deberíamos retomar el concepto y la práctica peripatética de la escuela aristotélica o del aprender haciendo de nuestra propia tradición andina.

10. Autoevaluación y coevaluación

No puede seguir manteniéndose el actual sistema de evaluación que enfatiza la asimilación o memorización de contenidos temáticos.  Es necesario aplicar nuevos enfoques y métodos de autoevaluación y coevaluación; tomar en cuenta que lo más importante no es el aprendizaje o asimilación de contenidos, sino la comprensión de procesos, relaciones, asociaciones, explicaciones, así como las demostraciones fácticas o argumentativas respecto a determinados hechos o fenómenos.  El proceso de evaluación puede ser individual o grupal, incluso sería mejor si fuera grupal, porque ello permite al estudiante intercambiar ideas y puntos de vista con sus compañeros y con el docente, arribar a consensos y defender de manera alturada sus propios puntos de vista.

11. Formar ciudadanos locales y mundiales

El mundo está globalizado, no es posible analizar un hecho o fenómeno local sin comprender su interdependencia global.  Las ciencias económicas, el derecho, las ciencias políticas, la biología, la ecología, la agricultura, la ingeniería, etc., serían imposibles de abordarse seriamente sin tomar en cuenta sus interdependencias globales.  Se habla mucho de la internacionalización o globalización de las universidades, pero lamentablemente tienen un sesgo puramente económico o hegemónico desde el punto de vista académico, pero no desde el punto de vista humano o social, es decir, dicha internacionalización no está orientada a lograr un mundo más democrático, interactivo, pacífico y ecológico.  La ciudadanía mundial está, hoy más que nunca, consciente de los derechos humanos y la necesidad de protección del medio ambiente. Se debería promover cada vez más una ciencia y una universidad para la paz, una economía y una tecnología para la paz, una agricultura para resolver los problemas del hambre y proteger el medio ambiente.  Debería existir menos trabas al libre tránsito de las personas a lo largo y ancho del mundo.





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